miércoles, 30 de noviembre de 2011

jeremiah johnson


Apareció de pronto, como si hubiera traspasado un extraño  túnel  de espacio y  tiempo. Fue el mismo día que mi hija había encontrado a la gatita, el mismo día que yo había hecho la foto de las monjas, el mismo día que la Puerta del Sol estaba patas arriba, pero a la gatita Tarifa -así la pusieron de nombre- la habían encontrado a varios kilómetros de casa. Pensamos que era demasiada casualidad, más cuando nunca había estado otro gato en casa... tal vez estaban juntos y les había seguido... pero era muy pequeño y no podía haber corrido detrás de un coche durante varios kilómetros.
El caso es que allí estaba, tan rubio, tan pequeño, tan solo... tan Jeremiah Johnson.



 
La  gata era demasiado sociable  y confiada, no tuvo el  más mínimo problema  en adaptarse enseguida a su nueva casa. Era cuestión de tiempo que se hiciera dueña del hogar. Sin embargo, Jeremiah se mantenía en la distancia, al menos unos 5 metros, justo la medida que habría calculado para salir corriendo, teniendo en cuenta su pequeño tamaño comparado con el nuestro. Su única fijación, más incluso que conseguir comida, era estar cerca de Tarifa. Ella no parecía tan preocupada por esa unión, pero para Jeremiah era vital.